La labor evangelizadora y
social de este misionero se interrumpió por la persecusión religiosa a principios de
siglo, y es hasta 1929 que el padre Rosendo Olleta Saenz reanuda el trabajo con la
comunidad de sordos, dando gran impulso al apostolado.
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Este trabajo se llevó a cabo en instalaciones inadecuadas en el edificio anexo al templo de San Hipólito, por ello el padre Olleta concibió la idea de construir un colegio propio para sordos, atendido por personal especializado. Para ello realizó colectas y trámites con laicos y religiosos y en 1949 compró un terreno en el entonces fraccionamiento Letrán Valle en el cual se colocó la primera piedra del primer Colegio Católico para Sordomudos.
Desafortunadamente el proyecto del padre Olleta se interrumpió a raíz de su muerte en 1950 y los planes de construcción se desecharon.
Posteriormente el padre Manuel Fierro retomó la labor del padre Olleta y en su memoria fundó en 1955 la Academia para Sordomudos Rosendo Olleta.
A partir de esta fecha el trabajo con sordos abarcó dos aspectos:
En abril de 1967 el padre Fierro fue sustituido por el padre Angel Alegre, quién representó un papel importante en el trabajo con sordos ya que por primera vez en la historia de la academia, se contó con un proyecto y un presupuesto, con personal, instrumental y mobiliario para brindar atención de más calidad a esta comunidad. Durante el período que el padre Fierro estuvo a cargo la Academia, ésta se convirtió en el Instituto Rosendo Olleta (IRO) y se le dió un gran impulso organizativo y técnico. A raíz de la muerte del padre Alegre en 1985, el padre Macario Sánchez toma las riendas del IRO apoyándose en un grupo de seminaristas, seglares y miembros de la comunidad de sordos de San Hipólito.
A partir de esta fecha el IRO tuvo un período de reorganización administrativa, técnica y operativa. Se normaron criterios para el ingreso de alumnos, la formación de grupos, hubo contratación de personal especializado y actualización para los mismos, se implementaron los niveles educativos de preescolar y los programas de la Secretaría de Educación Pública, entre otras acciones. La atención evangelizadora se separó de la educativa, sin que la primera quedara desprotegida.
Debido a la poca capacidad del edificio de Zarco en 1993 los niveles de Intervención Temprana, Preescolar y Primaria se trasladan a un edificio en la colonia Del Valle (Heriberto Frias No. 711). En las instalaciones de Zarco se continuó con los programas de alfabetización, primaria para adultos y los talleres de capacitación laboral. El cambio de domicilio fue favorable y las actividades del IRO continuaron basándose en el respeto por la lengua y cultura de los sordos y en la promoción de su desarrollo integral. Ésto también fue posible con la ayuda incondicional de los padres Aníbal Carballo O. y Francisco Díaz C.
A pesar de la trayectoria del IRO como institución pionera al considerar el uso de la
Lengua de Signos Mexicana en la atención de los sordos y de los logros alcanzados,
en enero de 1999 el Gobierno Provincial de los Misioneros Claretianos tomó la decisión
de retirarse de la obra educativa sediéndola al personal y algunos padres de familia,
quienes decidieron formar en agosto del mismo año la Asociación Civil "Instituto
para la Formación Integral del Sordo" (IFIS), con el
objetivo de continuar la labor del padre Olleta y de ampliar los servicios y perspectivas
del IRO.
Con la separación de los dos planteles el Instituto es administrado por laicos a través del IFIS y se desliga por completo de las actividades administrativas, técnicas y operativas del plantel de Zarco. A partir de este cambio el Instituto de la colonia del Valle continúa llevando el nombre del padre Rosendo Olleta y el plantel de Zarco se denomina Centro Clotet.